Pajaro Silvestre
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mas sobre la cria del jilguero Empty mas sobre la cria del jilguero

Dom Ene 16, 2011 9:04 am
UNA EXPERIENCIA SOBRE LA CRÍA EN CAUTIVIDAD
DEL JILGUERO (Carduelis c. parva) Autor: Ramón Ibáñez Izquierdo
Este modesto artículo va destinado a todos los aficionados que sienten la inquietud de
llegar a conseguir la reproducción en jaula de cría de nuestro gran amigo el jilguero
común.
En mis comienzos, contando tan sólo con 7 u 8 años de edad, ya sentía una enorme
atracción por los pájaros, adoptando, de vez en cuando algún pequeño gorrión que
saltaba demasiado pronto de su nido. Para mí tener un pájaro vivo en mis manos era mi
máxima alegría.
El primer pájaro de jaula que tuve fue un precioso tejedor del desierto que pude adquirir
en el rastro madrileño junto con su hembra (lamentablemente ésta sólo vivió un par de
días). Este pájaro estuvo conmigo 7 años, tras los cuales escapó por un descuido.
Una mañana, contando con 10 u 11 años de edad, observé en un jardín, en el punto más
alto de unos arbustos un precioso jilguero macho. El brusco contraste de colores
amarillo, rojo, negro y blanco me cautivó definitivamente y, desde entonces permanece
en mi recuerdo como el pájaro más bonito nunca visto. Al acercarme bastante y
comprobar que sólo se cambiaba a otros arbustos próximos, enseguida me di cuenta que
se trataba de un jilguero escapado de jaula. De hecho lo pude capturar con la mano al
haber perdido bastante la capacidad de volar.
Este mi primer jilguero lo tuve un par de años y también acabó escapándose por mi afán
de jugar con el pájaro soltándolo dentro de casa.
Después continué con mi afición a los pájaros criando canarios y me inicié en la caza de
pájaros silvestres con red, tras conocer a otros chicos que ya lo hacían desde tiempo
atrás. Lamentablemente estos "amigos" eran aficionados al engaño y, al cabo de pocos
años, me di cuenta que debíamos seguir por caminos diferentes. A mí me gustaban los
pájaros para disfrutarlos, dejando de lado los trapicheos y timos que eran frecuentes en
el mundillo de la caza.
Continué criando canarios, con algún intento infructuoso de sacar híbridos de jilguero,
verderón, verdecillo e incluso canario de Mozambique. Haberlo conseguido hubiera
supuesto para mí una satisfacción tremenda, pero la impaciencia es el denominador
común en casi todos los críos.
Una primavera, próximo al portal de mi casa unos críos cogieron dos pollos de
verdecillo recién saltados del nido y, por no saber qué hacer con ellos me los dieron.
Los coloqué en una jaula pequeña colgada en la fachada de la casa y, enseguida observé
cómo venía la madre a alimentarlos. Los dos salieron perfectamente adelante con los
atentos cuidados de su madre. Resultaron ser dos machos preciosos.
Tras un largo paréntesis sin pájaros, después de casarme reemprendí mi aventura con los
pájaros, probando incluso a criar periquitos y otros pájaros exóticos, además de canarios
(una temporada junté un canario con 3 canarias ya avanzada la primavera y saqué 19
pájaros).
Pero pronto recuperé de nuevo la obsesión de volver a tener pájaros silvestres. En mis
visitas al rastro iba adquiriendo algún lúgano, jilguero, etc.
Una primavera, mi amigo Ismael que criaba canarios timbrados consiguió que una
canaria le sacara adelante una nidada de verderones cuyo nido había quedado expuesto
y totalmente visible tras la severa poda que empleados municipales habían llevado a
cabo sobre unos setos de piracantha. Resultaron 2 hembras y un macho. Una vez
destetados, soltó las 2 hembras y me dio el macho, que resultó ser un ejemplar
excepcionalmente manso.
El año siguiente crucé este verderón con una canaria timbrada moñuda y pintada en gris
y blanco. Para mí fue impactante ver el primer pollo híbrido recien nacido, pues al fin
había conseguido uno de mis objetivos, sacar mixtos. De esa pareja salieron adelante 2
preciosos mixtos machos: uno verde aceituna y el otro gris con moña. Ambos tenían un
porte espectacular y cantaban de continuo, incluso en invierno.
La temporada siguiente también disponía ya de un jilguero de captura, procedente del
paso del año anterior y, pese a que los primeros meses estaba muy arisco, ya estaba bien
adaptado. Permaneció durante el invierno junto con las canarias.
Llegada la primavera lo puse a criar con una canaria timbrada pía en amarillo y con
moña también. De esta pareja conseguí dos híbridos machos, uno de ellos con moña.
Eran mis primeros híbridos de jilguero.
Por estos años ya me federé y anillaba con anilla reglamentaria. En años sucesivos, me
especialicé en híbridos y pude disfrutar de lo lindo obteniendo híbridos de verderón,
jilguero, pardillo común, verdecillo, cardenalito de Venezuela y pardillo sicerín.
Respecto a la hibridación con pardillo sicerín os debo señalar que no es nada
recomendable, por nacer más de la mitad de los ejemplares con malformaciones en el
pico y por producirse un elevado número de abortos (pollos que mueren antes de
eclosionar). Pese a ello, el año que crié híbridos de sicerín x canaria obtuve un 2º
premio de un equipo que llevé al nacional FOE que se celebró en Fuenlabrada (Madrid).
Conforme iba participando en concursos y hablando con criadores expertos, me fui
dando cuenta de que, para tener posibilidades de obtener premios en los concursos de
belleza, en las especialidades de híbridos, era fundamental elegir una canaria selecta de
raza de color adecuada, en cada caso, al macho silvestre con el que hibridásemos.
Deberíamos olvidarnos de la fantasía de sacar un mixto blanco o amarillo. Los
sucesivos premios que fui obteniendo me reforzaron en este aspecto tantas veces
descuidado por los criadores de híbridos.
Simultáneamente a la cría de híbridos, raro era el año que no disponía de alguna jilguera
joven que probaba a juntar con un jilguero macho para probar suerte, a sabiendas de la
dificultad que entrañaba criar jilgueros en cautividad.
Una temporada, hará 5 años, ya avanzado el verano, una jilguera criada "a palillo" el
año anterior (según el que me la vendió), comenzó a poner huevos en el suelo, estando
en compañía de un macho. No debía confiar en el nido que le puse o bien no estaba bien
camuflado. De esta puesta pude salvar únicamente un huevo sano, los demás se
rompieron al caer al suelo. Se lo coloqué a la primera canaria timbrada que os
comentaba que me crió los primeros mixtos de verderón. El problema es que tenía
huevos propios (de mixto de verderón) que había puesto 3 ó 4 días antes. Nació el
primer y único mixto de verderón que crecía rápidamente. A los 3 días ya era de gran
tamaño cuando nació el pollo de jilguero, débil y minúsculo (para que os hagáis idea era
del tamaño de la cabeza del pollo mixto). La canaria lo tiró del nido y, pese a que lo
pude recuperar con vida y devolverlo al nido, la canaria no le alimentó en ningún
momento, con lo que falleció consumido al día siguiente. Mi disgusto fue monumental.
De hecho, al año siguiente no junté ninguna pareja de jilgueros.
Tras algún intento más infructuoso en el que llegué a conseguir que las jilgueras
hicieran nido y pusieran los huevos en su interior pero resultando hueros, el año 2004
llegó la temporada de cría y disponía de una jilguerita "chivona" del año anterior que un
pirata me había vendido por macho. De buenas a primeras un día compruebo que está
haciendo el nido perfectamente. A continuación puso 5 huevos, de los cuales
eclosionaron 4 preciosos pollos. Mi alegría era indescriptible. Mi sueño se había
cumplido. Sin embargo se tenían que dar muchas circunstancias para que la cría se
llevara a término con éxito. Pese a que todos lo pollos nacieron en 2 días, me encontré
al último en nacer en el borde del portanidos vivo aunque con las extremidades
amputadas. ¡Vaya palo!, lo tuve que sacrificar. Seguramente, en una de las salidas de la
hembra del nido lo debió enganchar con la pata o bien al querer sacar una cáscara del
huevo lo arrastró pegado y, al intentar cogerlo de nuevo con el pico, le amputó los
miembros.
Los 3 pollos restantes, para mi asombro, se fueron desarrollando perfectamente, pese al
síndrome que tenía yo de que estaban poco alimentados. Ello era debido a que el pollo
de jilguero se alimentaba diferente a los canarios y mixtos, consistiendo en cebas
frecuentes pero en cantidades muy pequeñas los primeros días de vida que irían
aumentando considerablemente a partir del 3º ó 4º día de vida.
De estos 3 pollos uno murió próximo al destete por causas desconocidas y los otros 2
resultaron ser espléndidos y vigorosos machos, uno de los cuales ya me ha dado en la
primavera del 2005 mi 2ª generación de jilgueros nacidos en cautividad.
Próxima la llegada de la primavera del 2005, noté que la jilguera madre que tan buen
resultado me había dado el año anterior, mostraba un aspecto apático, denotando el
comienzo de alguna enfermedad sin síntomas claros. Pese a que inmediatamente la
suministré antibióticos, finalmente murió, con lo que perdí la única hembra con
garantías de llevar a buen puerto la cría. Estando ya prácticamente llegada la temporada
de cría se presentaba un horizonte francamente negro en lo que a cría de jilgueros se
refería. Me quedaba una chivoncita que me regaló mi buen amigo David en invierno,
que realmente yo guardaba para criar al año siguiente, confiado de que no iba a morir la
jilguera que me crió el año anterior.
A comienzos de abril del 2005 junté la chivoncita con uno de los jilgueros nacidos en
casa el año anterior, que mostraba mejor presencia que su hermano. Tenía poca fe en
sacar algo a sabiendas de que las jilgueras nuevas, de entrar en celo, lo hacen con
frecuencia ya entrado el verano, con los inconvenientes que ello comporta (mucho calor,
entrada en muda del macho, etc..). Estaba la pareja en una de las mitades de una jaula de
60 cm y con un nido interior. Contando con tan poco espacio, las posibilidades de criar
parecían remotas. Eso sí, al poco tiempo se podía ver que la hembra movía material
pero no se la veía echarse en el nido.
Pues bien, ocurrió que, tras haberme marchado con la familia "de puente" a primeros de
mayo, cuando regresé el domingo y me dispuse a atender a los pájaros, me encontré en
la bandeja de la jaula donde estaba la pareja de jilgueros 4 huevos rotos. Evidentemente
no había sido de su agrado el nido interior o no se sentía segura por la cercanía excesiva
del macho, además de por tratarse de una jilguera primeriza. No había llegado siquiera a
hacer nido.
Pasado el disgusto de ver la primera puesta malograda ya vislumbré en cambio una
cierta posibilidad de poder criar de nuevo jilgueros. Me paré a pensar qué podía hacer
para que no volviera a pasar lo mismo en la 2ª puesta. Cambié la pareja a la otra mitad
de la jaula, que sí permitía colocar un nido exterior camuflado con planta enredadera
artificial. A los pocos días pude comprobar cómo a la jilguera le pareció bien el cambio,
pues enseguida comenzó con la fabricación del nido. A la semana aproximadamente
comenzó la puesta dentro del nido. A partir del tercer huevo ya se echaba a incubar.
Todo parecía controlado y a pedir de boca. Comenzada la incubación, me planteé si
quitaba o no al macho. No molestaba a la hembra ni quitaba material del nido. Me dio
miedo que al quitarlo (no podía dejarlo con el separador por encontrarse otra pareja en
la otra media jaula) la hembra abandonase la puesta. No quise perturbarlos. Hacía un
tiempo fresco y bastante revuelto, con lo que el macho se mostraba muy tranquilo.
Transcurrida una semana de incubación miré los huevos al trasluz y estaban todos
fecundados. El siguiente día cambió el tiempo, brillando el sol y elevándose la
temperatura. Cuando volví del trabajo tuve un mal presagio. Lo primero que hice fue
dirigirme a ver la pareja de jilgueros. En el primer golpe de vista enseguida comprendí
lo que acababa de suceder esa misma mañana. La hembra se había levantado del nido y
saltaba de un palo a otro como si no fuera ya con ella la incubación. El macho también
estaba inquieto. Se veía material sacado del nido y extendido por la jaula. También
observé 2 huevos rotos en la bandeja. La desesperanza fue total, la hembra ya no volvía
al nido. Decidí intentar salvar los 2 huevos que quedaban y se los pasé a mi buen amigo
Pablo, que siempre cuenta con canarias de sobra. Fue inútil, pues se habían enfriado y
no eclosionaron tras otra semana más de incubación.
La explicación que yo encontré a lo que había sucedido fue que, al mejorar el tiempo de
manera tan rápida de un día para otro, el macho se subió de celo, debió querer pisar a la
hembra dentro del nido repetidas veces, quitando además material y tirando los huevos,
con lo que la jilguera dejó de sentirse segura en el nido y lo abandonó finalmente.
Otra puesta malograda, pero había que insistir y buscar soluciones, aun quedaba tiempo
de sobra para llevar a término una buena puesta. Así, trasladé la pareja a una jaula de 60
cm completa, que permitía separar al macho cuando fuese necesario.
De nuevo comenzaron con las labores de construcción del nido y, después la puesta de
huevos, que fui reemplazando por huevos artificiales, por miedo a que el macho los
rompiese. Al finalizar la puesta separé el macho con la rejilla, no afectando en absoluto
este hecho a la jilguera, que incubó perfectamente. Al cabo de 13 días nacieron casi a la
vez 3 pollos y el 4º al día siguiente. Este 4º murió al 2º día de vida por haber nacido más
débil o no recibir el alimento necesario.
Los 3 pollos restantes fueron perfectamente atendidos por su madre, resultando ser 2
hembras y un macho.
Pese a que hicieron la muda con normalidad, llegado el mes de noviembre contrajeron
los 3 a la vez la coccidiosis, salvándose finalmente sólo una hembra. Ello me hizo
comprender que, sobre todo durante el otoño tenía que haberles suministrado una vez al
mes un tratamiento antibiótico preventivo. Perdiendo se aprende.
Más adelante espero poder redactar algún artículo más metiéndome más a fondo en los
diversos aspectos que abarca la cría de jilgueros y demás fringílidos indígenas.
Un saludo a todos los aficionados y especialmente a Fran, el promotor de esta gran
página.
Que disfrutéis de la cría.
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